martes, 7 de agosto de 2007

Construcciones

El joven viajaba sentado en los asientos traseros del ómnibus, venía leyendo. A veces las palabras saltaban un poco, perdiendo la concentración durante unos segundos hasta retomar con la historia. En una de las paradas se subieron una mujer y un hombre, no parecía que vinieran juntos. Ella caminó por el pasillo hasta encontrar un asiento vacío y el hombre se sentó exactamente detrás. El joven no se preocupó pero le parecía raro. ¿La iría a secuestrar? ¿Y si se paraba y de repente robara el ómnibus? Siguió con su lectura hasta donde pudo. El ómnibus tomó una calle que no acostumbraba a tomar, miró hacia los costados y sintió en los demás su misma ansiedad. Siguió dos cuadras más y su ansiedad pronto se convirtió en temor. Pensó en bajarse. Esperó con el libro apretado entre las manos y había empezado a sudar.
Normalmente esto no sucedía, éste ómnibus no iba por acá. ¿Lo estarían secuestrando a el? El joven decidió pararse y se apresuró hacia el fondo para bajar. El ómnibus volvió a doblar y tomó nuevamente la calle que conocía. Dejaba atrás algunas cintas amarillas y a varios obreros arreglando la calle. Su rostro se reflejó en el vidrio. Descansó.

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