jueves, 19 de noviembre de 2009

Musa se busca

Se fue y no dijo nada. Apenas si miró para atrás abriendo la puerta con tranquilidad pero sin importarle si me despertaba o no. Abrí los ojos muy despacio, no mucho, pero lo suficiente para saber que se iba hasta que con la fuerza de mil hombres se me volvieron a cerrar. Su pelo largo y castaño fue lo último que vi y su boca besándome casi en el alba lo último que pude sentir.

Hasta ahí es lo que puedo decir que ciertamente sucedió. De lo que no me puedo hacer cargo es de la realidad. No sé cuál es, porque no sé si realmente pasó. Quisiera que hubiese pasado, por supuesto que sí. ¡Pero también soy consciente de haber sentido mis labios contra los de ella y de ver su cara tan nítida, debajo en la claridad de las sábanas, tan real, tan ahí! Y yo ahora tan lejos.

Miré alrededor y me puse en guerra contra todo. Traté de cerrar los ojos y volver al sueño, dando vueltas, retorciéndome, casi con dolor, pero no pude. Intenté, de verdad que sí, pero no pude.
Me senté en la cama. Respiré. Y me levanté.

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