jueves, 23 de julio de 2009

Lo más blanco

Los dos miraban por la ventana desde temprano. En el informativo habían dicho que existía la posibilidad de que nevara y por eso Nacho y Juan estaban hace un buen rato esperando la novedad. La madre de Nacho les había contado que una vez hace muchos años había nevado en el interior del país. Debe haber sido por Paysandú o por allá porque por acá nunca se había visto nada igual. Sus memorias de invierno no eran muy extensas y se preguntaban a sí mismos si años anteriores había siquiera existido la misma interrogante. ¿Nevaría en Montevideo? Quizás esta vez sería la primera vez y ellos estarían ahí para verlo y salir a hacer bolas de nieve y muñecos (si es que alcanzaba la nieve, claro está).
Después de unos minutos de expectativa ambos terminaron por convencerse de que quizás lo mejor fuera no mirar hacia afuera pues su ansiedad podría provocar que no nevara y eso sería una catástrofe de enormes dimensiones para los dos, por lo que se dedicaron los dos a distraerse con otra cosa hasta que llegara la nieve.
Jugaron por un rato hasta que se aburrieron. Y empezaron con otro juego hasta que se volvieron a aburrir. Pronto se encontraron sin medios de recreación y volvieron a su ansiedad anterior hasta quedar nuevamente colgados sobre el sillón mirando por la ventana. No podían esperar un minuto más pero sabían que si bien podía pasar que nevara, las chances podían no ser buenas.
Luego de unos minutos, la madre de Nacho los llamó a merendar pero los dos se negaron, no por acuerdo mutuo pero sí por coincidencia de emociones. Finalmente la autoridad de la madre fue mucho mayor que la suya en su negación y suavemente se bajaron del sillón para caminar hacia la cocina a merendar. Allí en la cocina había una ventana a la que miraban a cada instante, a veces de reojo, a veces le enviaban apenas una mirada. Hablaron durante un rato de la escuela y de sus compañeras y de la vida. Era casi una conversación de gente grande. En realidad era una conversación que estaba a la altura de los posibles acontecimientos. Podía nevar o no, pero sus vidas habían sido modificadas por una posibilidad de que algo sucediera o no. Esa mínima chance los había cambiado, los había hecho crecer un poco más y lo podían sentir.
De pronto se encendió la televisión y los dos se levantaron corriendo de la mesa para sentarse a mirar las noticias. Tal vez hablaran de la nieve, tal vez ya había nevado en otros lugares de la ciudad y estaría por llegar hasta ellos. De pronto y a través de las cortinas entró un rayo de sol que golpeó la biblioteca detrás del televisor. Juan miró hacia afuera volviendo la cabeza y se dio por vencido, un rayo de sol no era lo mejor que podía pasar aunque intentó mantener la esperanza. Nacho hizo lo mismo después de Juan y miró hacia la ventana esperando que el rayo de sol amainara su intensidad y se escondiera detrás de una de las nubes grises que traía la nieve.
El rayo de sol se hizo un poco más fuerte y ahora Juan y Nacho se levantaron del suelo para mirar por la ventana. La gente caminaba por la calle y ya no esperaban la nieve, ya no esperaban nada, el día seguía su costumbre como si nada, y Juan y Nacho ya no miraban por la ventana. Algunos minutos después, el rayo de sol que ahora terminaba en el suelo de madera empezó a desvanecerse sin que alguien se diera cuenta, y poco después empezó a lloviznar, sólo que no era una garúa normal, era casi nieve. Las personas en la calle veían la lluvia con normalidad hasta que dejó de mojar y dejó de ser lluvia. Estaba nevando en Montevideo.
El televisor en la casa de Nacho estaba encendido y la señorita del informativo estaba dando la noticia de que en la ciudad estaba cayendo nieve. Los dos dejaron lo que estaban haciendo para correr hacia la ventana. No dijeron nada, no podían hablar, una sensación enorme los embargaba a los dos. Miraron apenas unos minutos antes de abrigarse y salir a la calle.
Los dos pudieron sentir la nieve caer sobre sus caras. Se sintieron diferentes por el tiempo que duró la nevada, más felices, más completos, quizás algún día lo pudieran explicar.
Un rato más tarde cesó la nevada y el cielo se abrió de a poco. Volvieron a entrar y afuera quedaron la espera, la posibilidad y la nieve.


Para Nacho.

1 comentarios:

Nacho dijo...

Espontáneamente comento el cuento, a pesar de que ya te había dicho por gmail que me había gustado y vos no te acordás!
Pero vale la pena resaltar que contas las cosas de una manera diferente al resto, a mi me gusta, pero en este caso más jejeje por q parece q estoy en él.